Siempre pensé que había algo especial en mi vida, algo que no lograba definir. No era solo el hecho de que mi memoria fallaba en momentos cruciales o que despertaba en lugares donde no recordaba haber estado. Era más profundo, más inquietante. Una sensación constante de que no estaba solo, incluso cuando lo estaba.
Mis días transcurrían entre la rutina y un mar de incógnitas. Trabajaba en casa, aislado, porque el mundo exterior me resultaba agotador. Y, sin embargo, incluso en mi pequeño apartamento, siempre sentía que algo se movía en el borde de mi percepción.
Hasta que comenzaron las notas.
Mensajes en la Sombra

La primera apareció en la cocina, pegada al frigorífico. Decía: «No olvides apagar la estufa.» Me pareció extraño, porque no recordaba haberla escrito. Mi letra estaba torcida, apresurada, pero sin duda era mía.
Las notas comenzaron a multiplicarse:
- «Compra leche.»
- «Cierra la puerta del balcón.»
- «No confíes en nadie.»
Ese último mensaje me detuvo. ¿Por qué escribiría algo así? ¿De quién no debía fiarme?
Decidí ignorarlo, pero las notas no se detuvieron. Aparecían en los lugares más insólitos: el espejo del baño, la pantalla de mi computadora, incluso en la almohada cuando despertaba.
Las Puertas Cerradas
Una noche, escuché pasos. No era un simple crujido de madera; eran pasos firmes, atravesando el apartamento. Me levanté de golpe, armado con una lámpara de mesa, pero no encontré a nadie.
Sin embargo, la puerta de mi dormitorio, que siempre mantenía cerrada, estaba entreabierta.
Sentí una presión en el pecho, como si alguien estuviera mirándome desde algún rincón oscuro. Revisé cada habitación, pero todo estaba en su lugar. Antes de volver a dormir, encontré una nueva nota en la mesa de la cocina:
«No entres en la habitación del fondo.»
Lo curioso es que mi apartamento no tenía ninguna habitación al fondo.
El Rostro en el Reflejo
Una tarde, después de semanas de estas experiencias, algo extraño sucedió. Me miré en el espejo y por un segundo… vi a alguien más.
El reflejo no era mío. Parecía yo, pero había algo en sus ojos. Algo más frío, más calculador. Y justo antes de que pudiera apartar la mirada, la figura en el espejo sonrió. Yo no lo hice.
En el borde del cristal, encontré otra nota. Decía:
«No confíes en él.»
El Diario de los Otros

Decidí buscar respuestas. Entre mis cosas, encontré un cuaderno que no recordaba haber comprado. Estaba lleno de notas, garabatos y pensamientos desconectados. Lo más perturbador era que parecía haber sido escrito por varias personas, pero todas tenían mi letra.
Una de las páginas decía:
«Somos seis. No lo sabe. Mantén la fachada.»
Otra, en una escritura más infantil, decía:
«¿Por qué siempre estamos aquí? ¿Por qué él no nos escucha?»
Pasé toda la noche leyendo esas páginas, tratando de entender. Y entonces lo supe.
El Misterio Revelado
No había nadie más en mi apartamento. Nunca lo hubo.
Las notas, las voces, los pasos… todos eran míos. O más bien, de ellos. Ecos de algo que siempre había estado dentro de mí, fragmentos de una verdad que mi mente había enterrado.
No soy uno. Soy muchos.
El Final que No Se Olvida

En ese instante, lo vi todo claro. No era un espectador de mi propia vida: yo era el escenario. Mi mente no estaba rota; era un campo de batalla. Cada fragmento, cada voz, cada sombra luchaba por dominarme, por tomar el control definitivo.
Y entonces, sucedió algo que nunca pensé posible.
Sentí cómo el control escapaba de mis manos, como si una fuerza invisible arrancara mi conciencia de su lugar. Mi visión se nubló y, cuando volvió, no era yo quien estaba al mando.
Fui al espejo, sabiendo que algo había cambiado. Esta vez, mi reflejo me observaba con un desprecio palpable. Lentamente, sonrió y habló:
«Gracias por abrir la puerta. Ahora, soy el único.»
Intenté gritar, pero mi voz no respondió. Intenté moverme, pero mi cuerpo no era mío. En ese momento entendí que la batalla había terminado. Pero yo no era el ganador.
Ahora soy solo un espectador en mi propia mente, atrapado en una oscuridad eterna, viendo cómo alguien más vive mi vida con un propósito que desconozco.
Si alguna vez sientes que no estás solo dentro de tu propia cabeza, escucha bien. Porque cuando las voces callan, es cuando ellos están ganando.